¿Qué objetos cargas diariamente
contigo? Accesorios, dispositivos de comunicación, de entretenimiento… ¿Qué
electrodomésticos o dispositivos utilizas con más frecuencia en casa, en tu
coche o en la oficina? Televisores, ordenadores, lavadoras, cafeteras… ¿Cuántos
de estos objetos, accesorios, dispositivos o electrodomésticos pueden estar
“conectados” a internet? De entrada, tu ordenador personal, tu móvil, tu
televisión. ¿Y qué tal si también la lavadora, la secadora, la cafetera o hasta
el microondas tuvieran esta conexión?
De esto se trata el internet de
las cosas o el internet en las cosas. Si ponemos el asunto en perspectiva, casi
toda la información que encuentras surfeando en la red tiene un origen humano;
es decir, la mayoría de la información en internet depende de nuestra
contribución. Como si fuera un gran documento wiki, una suerte de enciclopedia
universal que actualizamos y alimentamos todos los días.
Ahora, ¿qué sucedería si todas
las cosas en nuestro entorno alimentaran automáticamente la información en la
supercarretera? Vamos a la parte histórica y técnica del concepto. A finales de
la década de los 90, Kevin Ashton, investigador del Instituto Tecnológico de
Massachusetts (MIT) realizaba investigaciones en el campo de la identificación
por radiofrecuencia en red (RFID) y tecnologías de sensores. Etiquetar
digitalmente objetos y lugares físicos, y a través de sensores recuperar la
información que éstos aportan de su entorno y su uso. Algo así como la
aplicación para encontrar tu iPad extraviado o hacer Check-in en tu restaurante
o bar favorito en Foursquare o Swarm.
Se estima que para el 2020
alrededor de 26,000 y 50,000 millones de dispositivos y entornos estén
conectados a internet. Y en el caso de la industria del entretenimiento no hay
excepción. Imagina un estudio de grabación que almacene automáticamente todas
las sesiones de grabación en la red de manera que no se pierda ninguna toma. O
un instrumento musical que registre y almacene permanentemente información
sobre el desempeño de su ejecutante, nivel de volumen, precisión de notas, etc..
Esto es ya una realidad.
El internet de las cosas
representa nuevas formas de monetizar la industria de la música y el
entretenimiento. En algunos festivales musicales, los boletos para ingresar son
brazaletes inteligentes que recopilan información sobre el flujo de los
asistentes, la permanencia de éstos frente a un escenario, incluso su consumo
de alimentos y bebidas durante el evento. En algunos otros, incluso se ha
llegado a vincular dicho brazalete con los datos de alguna tarjeta bancaria, de
manera que cargar efectivo al asistir a un festival podría volverse ya
prácticamente innecesario.
Son tiempos en que se están rompiendo paradigmas
respecto a la producción y consumo de música y entretenimiento. Alguien comenta
que habrá que abrazar estos tiempos en el interés de revolucionar la
industria. Alguien más replica que esto
cada vez se parece más al Gran Hermano, ¿tú qué opinas?
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